Lo cierto es que algunas tonalidades podrían llegar a camuflarse con el asfalto en zonas de poca visibilidad, sobre todo los días con cielos nublados y lluviosos.
Cuando se circula por rutas o caminos oscuros no solo es importante tener buena vista, también es imprescindible tener la capacidad de ser vistos por el resto de vehículos que circulan por la carretera. El uso de las luces bajas es obligatorio; está claro y queda fuera de discusión, pero el color tiene mucho que ver.
Según un estudio elaborado por la Universidad de Auckland, los vehículos negros, marrones y verdes o azules oscuros, tienen más posibilidades de sufrir accidentes.
En cambio, el más seguro es el gris plateado, seguido del blanco, rojo o azul, básicamente tonalidades claras y neutras.
Se ha demostrado que, en malas condiciones de visibilidad, un vehículo con las luces encendidas se ve muchísimo antes que uno con las luces apagadas; concretamente a 240 metros de distancia, sin importar el color de la carrocería.
Si el vehículo no circula con las luces encendidas y es de color gris, la distancia se reduce hasta los 100 metros; si es blanco, a 90; y si es negro, baja drásticamente a 30 metros.
De esta forma, los vehículos de color negro deben tomar más precauciones a la hora de circular en días de lluvia o temporales, ya que tienen menos probabilidades de ser vistos. Y no solo en las horas de menos luz o en malas condiciones, sino también en cualquier momento del día.
Circulando por la mañana, por ejemplo, un vehículo negro es visto desde una distancia de 70 metros; uno gris, desde 120 metros; mientras que uno blanco se ve desde los 160 metros.
En contraste, colores más brillantes y llamativos como el blanco, amarillo y rojo son más visibles y, por lo tanto, más seguros en condiciones de lluvia, ya que destacan mejor en el entorno grisáceo y aseguran una mayor percepción por parte de otros conductores y peatones.